La erótica del conocimiento

Hay una sensualidad en el libro como objeto. Desde niña te gusta abrir un libro nuevo, oler la tinta de sus páginas. Cada libro, además, tiene su olor propio, ninguno huele igual a otro, como la piel viva, transmite sensaciones. Los libros nuevos, su olor, te retrotraen a la infancia, al otoño de comienzo de curso. Un libro cerrado es siempre víspera de conocimiento, de emociones intensas. Abrirlos es poner los brazos, las piernas, en cruz, el ser presto para el abrazo y la entrega.

sábado, 25 de abril de 2009

La Biblioteca Pública o el ejercicio de la Ilustración


Es un hecho incontrovertible que nos hallamos inmersos en la sociedad de la información, a los medios audiovisuales tradicionales heredados del siglo XX, se unen las nuevas vías de difusión, que hacen de la información una ilimitada oferta ante la que el individuo se ve sobrepasado por la abrumadora tarea de seleccionar aquello que se ajuste a sus intereses concretos. Ante tal saturación informativa lo habitual es que el individuo se disperse y acabe desalentado e incluso desmotivado a la hora de delimitar la respuesta a su demanda.

Es imprescindible, por tanto, la existencia de unos gestores eficaces para tratar y seleccionar la vasta oferta informativa que nuestra sociedad genera. Aquí hacemos referencia a la Biblioteca Pública uno de los más importantes gestores de información que tiene su germen en el pensamiento ilustrado del siglo XVIII.

Si bien el origen de las bibliotecas se remonta a la Antigüedad y encontró su paradigma más ambicioso en la extinta Biblioteca de Alejandría, el acceso al conocimiento siempre constituyó privilegio de una casta. Los filósofos en la Grecia Clásica, sus herederos romanos o los clérigos de la Edad Media, fueron legando la custodia del conocimiento a través de los siglos, siendo ya en el XVIII prerrogativa de los monarcas y la nobleza. De entre un escogido número de nobles y burgueses, nace la corriente de pensamiento que hemos dado en llamar Ilustración, época fructífera y controvertida en la que se impone la defensa de la Razón y se rechazan los fanatismos, se adopta el método científico y se crean los principios de humanitarismo y derechos civiles que han sobrevivido a nuestros días. El ilustrado es ante todo un espíritu crítico que no está dispuesto a abrazar términos apriorísticos sin someterlos a la duda inteligente, a la experimentación, al contraste con otras ideas, por ello resalta como imprescindible la libertad de expresión, la difusión sin talas del conocimiento y que éste sea divulgado de manera universal. Los enciclopedistas se impusieron la colosal tarea de compendiar el conocimiento hasta entonces disperso para glosarlo y ponerlo al alcance del ciudadano común. Es este contexto el que favorece la emergencia posterior de la Biblioteca Pública, institución que no se gestará hasta bien entrado el siglo XIX.

Hicieron falta múltiples tareas pedagógicas a distintos niveles para que, ya en el siglo XX, la Biblioteca Pública encontrara su momento álgido en la formación de los ciudadanos. Para entonces habían transcurrido convulsiones políticas, revoluciones burguesas y proletarias, contrarrevoluciones y una Guerra Mundial. Pero al fin, la utopía del XVIII se hacía realidad en cuanto al acceso universal a la información y al conocimiento de todos los ciudadanos en los países desarrollados y democráticos. También la Ilustración nos ha legado la idea del progreso, de la soberanía popular, de la división de poderes, de la participación ciudadana en los asuntos públicos y de la divulgación de las ciencias y las artes.

Parecería a simple vista que en plena era de la información una biblioteca pública al uso tradicional sería prescindible o reemplazable por las nuevas tecnologías de la información a las que cualquier ciudadano medio de nuestra sociedad puede tener acceso, sin embargo, como se cita al inicio, es tal el flujo continuo de la información que se hace imprescindible gestionarla de forma adecuada para que el inicial interés del ciudadano no acabe en una dispersión estéril. Pero aún es más importante resaltar que los valores que inspiraron la Ilustración han tardado en hacerse realidad, que en ningún caso lo han hecho de forma universal y que no todos se han llevado a la práctica en su totalidad, es por tanto un proyecto que, si bien ha dejado de ser utópico, aún está inacabado.

Por consiguiente, el fin último de la Biblioteca Pública es servir de acicate social al ciudadano común para que, en la medida que lo demande, tenga la posibilidad real y gratuita de hacer de sí mismo un ciudadano ilustrado, es decir, un ciudadano con espíritu crítico, que participa en la vida pública, ejerce sus derechos en una sociedad democrática, abraza los ideales del humanismo, se muestra interesado en las ciencias y las artes y se aleja de los dogmatismos, en una época, como lo es también la nuestra, fructífera y controvertida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario