Este libro es un interesante recorrido por la historia del consumo y las transformaciones que el acto de comprar ha sufrido a lo largo de la historia humana. Constituye además una reflexión sobre por qué compramos. Comprar es una necesidad que ha venido a sustituir las labores de recolección y de caza de nuestros ancestros, pero además el deseo primordial de poseer objetos, de acumularlos, es muy antiguo, históricamente ha sido prerrogativa de los poderosos, que conseguían poder precisamente a través de los objetos que lograban obtener. Pero cuando hoy día salimos "de tiendas" no lo hacemos con el único objeto de cubrir unas necesidades ya sea de abrigo, de comida, de artilugios o máquinas, sino que constituye un acto que, por un lado llena de forma lúdica nuestro ocio y por otro nos reviste de indentidad, queremos poseer los objetos que den de nosotros una determinada imagen ante los demás. Pero no únicamente, como podría pensarse, por medio del prestigio que otorga ser poseedor de objetos de determinadas marcas, no sólo así, sino con aquellos objetos que hablen por sí mismos de cuál es nuestra sensibilidad, cuáles nuestras creencias, nuestros valores. Sin olvidarnos de que también compramos "para encajar" en el molde social en el que nos hallamos. Hoy día, en según qué ambientes, está muy mal visto ser comprador, declarar sin sonrojo que se es consumista, confesar que dedicamos mucho tiempo a"ir de tiendas" es sinónimo de ser una persona superficial y poco concienciada de los males que aquejan al medio ambiente. Sin embargo todos, sin excepción, consideramos que comprar una determinada cosa y no comprar en absoluto otra nos está haciendo tomar una posición en la vida, incluso cuando no tenemos poder adquisitivo o nos declaramos fieles defensores de la sostenibilidad del planeta, no dejamos de mirar catálogos, consultar en internet, mirar escaparates, o transitar las calles de los hiper que no son las destinadas a objetos de primera necesidad, y hacerlo de forma activa, tocando, sopesando, curioseando cientos de artilugios que no siempre llegamos a comprar, porque al tener unos recursos limitados tenemos que definir muy bien el orden de prioridades, por eso cuando conseguimos hacer una buena compra (cuando conseguimos adquirir un objeto cuya relación calidad precio consideramos óptima) nos sentimos realizados y satisfechos. Por el contrario llegamos a sentirnos culpables cuando nos hemos dejado llevar por un acto impulsivo y hemos realizado una compra que está por encima de nuestras posibilidades o cuya calidad no alcanza el precio que nos ha costado. Qué tendrá el acto de la compra que a todos nos ocupa tanto. En Todorov, un autor que se cita mucho en este blog, he leído la penuria que constituía en los países del bloque soviético el acto de la compra, la humillación constante a la que los ciudadanos se veían sometidos a la hora de aguardar grandes colas y extenuantes esperas para obtener objetos de primera necesidad, la angustia que provocaba en ellos recorrer largas estanterías vacías y es que el totalitarismo no se expresa únicamente en la restricción de libertad política, sino que desviste al individuo de la identidad que supone un acto primario de elección tal como qué ropa ha de usar o si va a poner mantequilla en el pan.
En nuestra sociedad desarrollada, el acto de la compra resulta ser tan vital que forma parte del mundo complejo que habitamos, con la lectura de este libro he llegado a ser consciente de hasta qué punto alguien que, como quien suscribe, hace alarde de sucumbir poco al consumismo, sucumbiría de pleno si su nivel presupuestario se lo consintiera a menudo, si no de dónde nos vienen esos simulacros de ostentación que nos producen los bazares de precio único donde elegir una taza para tomar té puede demorarnos un buen rato. No olvidemos que los objetos tienen un gran poder evocador, cuando tomo en mis manos una taza no es un objeto inanimado el que tomo sino el calor que transmitirá cuando esté llena de humeante y aromática infusión, que el ritual de tomar un té a media tarde lo haré en compañía grata o a solas con mis pensamientos....A todos nos ha ocurrido estar sin blanca y dedicar una tarde a recorrer estanterías de objetos que no podíamos comprar pero que algún día -soñábamos- podrían formar parte de nuestro universo, arropando afectos o compartiendo goces.
¡Me lo levo!, Tomas Hine,
Lumen, Barcelona, 2003
si no de dónde nos vienen esos simulacros de obstentación que nos producen los bazares de precio único donde elegir una taza para tomar té puede demorarnos un buen rato.
ResponderEliminarSe escribe ostentación, no lo hago para regañarla, sino para demostrar que he leído con atención, ya quisiera yo escribir igual aunque escribiera obstentación. No soy “ostentoreo”, nunca enseño lo que compro.
Gracias, Ricardo, por leerme tan atentamente y por corregirme la "b" intrusa de la palabra -ahora sí- "ostentación".
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