La erótica del conocimiento

Hay una sensualidad en el libro como objeto. Desde niña te gusta abrir un libro nuevo, oler la tinta de sus páginas. Cada libro, además, tiene su olor propio, ninguno huele igual a otro, como la piel viva, transmite sensaciones. Los libros nuevos, su olor, te retrotraen a la infancia, al otoño de comienzo de curso. Un libro cerrado es siempre víspera de conocimiento, de emociones intensas. Abrirlos es poner los brazos, las piernas, en cruz, el ser presto para el abrazo y la entrega.

lunes, 30 de noviembre de 2009

La información, Martin Amis


"De noche en las ciudades, lo noto, hay hombres que lloran en sueños y luego dicen nada. No es nada. Sólo una pesadilla. O algo parecido...Desciendan en la nave del sollozo, con analizador de lágrimas y sondas de llanto, y darán con ellos. Las mujeres -ya sean esposas, amantes, musas demacradas, niñeras gordas, obsesiones, devoradoras, ex, némesis- se despiertan y, con femenina urgencia de saber, se vuelven hacia esos hombres y preguntan :"¿Qué te pasa?" Y los hombres contestan: "Nada. No es nada, de verdad. Sólo una pesadilla"...

Así arranca "La información", un comienzo que empuja a querer indagar qué clase de pesadilla es la que perturba al protagonista, Richard Tull. Un mal sueño que va engordando a medida que avanzamos en la lectura y que se inicia tiempo atrás con la necesidad de escribir que le ha llevado a entrenarse durante años para ser escritor. Después de un comienzo prometedor en el mundo de las letras, pronto cae en el olvido dado que su escritura se vuelve excesivamente experimental hasta el punto de resultar ilegible para todos. Mientras su mejor amigo, Gwyn Barry, condiscípulo desde temprana edad, consigue, aún con una escritura mediocre y ramplona, el reconocimiento de múltiples premios y la aceptación generalizada de los lectores, la fama con el beneplácito de los medios de comunicación y la aquiescencia del mercadeo editorial.

Con esta trama de fondo en la que la envidia lo infesta todo, se nos habla del mundo literario, con las rencillas y el trampeo propios de toda empresa que aspire a obtener rendimientos por encima de cualquier otra consideración, se nos habla de la influencia ilimitada de los medios de comunicación de masas, de la sociedad postmoderna en la que el individuo se halla inmerso en un maremagnun de presiones que le inducen a perseguir un éxito siempre voluble e inaprehensible.

Se nos describe además esos otros mundos que conviven en paralelo, el de los inmigrantes de segunda generación, jóvenes inadaptados en un Londres que, lejos de ser la metrópolis que un día fue, ahora es ciudad para que individuos de distinto origen social, racial, se entremezclen con las clases medias y aún privilegiadas que han dejado de ser, como tiempo atrás, la casta inaccesible que gobernaba el imperio, todos igualados al fin por el rasero del artificio consumista. Donde uno de los personajes marginales se lamenta "¡Qué vergüenza! el chico negro ya no puede ser simplemente un chico negro. Ya nadie puede ser alguien. ¡Qué pena!" Y donde ciertas aristócratas pierden la dignidad y la impudicia por una raya de coca o de "cristal".

"¿Por qué lloran los hombres? (...) Porque ya no pueden estar contentos ni tristes; sólo hundidos o chalados. Y porque no saben afrontarlo cuando están despiertos".

Los personajes se mueven por un mundo tangible, comen "yogures gomosos llenos de aditivos", los niños consumen largas horas de televisión de unos dibujos animados onomatopéyicos y en permanente guerra. La vida cotidiana está llena de pequeñas contínuas frustraciones, encuentran catastrófico que se estropee un electrodoméstico hasta el punto de deambular con un aspirador averiado una tarde de domingo como si la vida les fuera en encontrar quien lo arregle. Se desarrollan en un mundo en el que los roles han cambiado superficialmente, pero cuyo nuevo lugar no aciertan a encontrar. Padres que ejercen de amos de casa, cuidan de sus hijos y los llevan al parque mientras la madre y esposa desempeña una tarea laboral imprescindible para el sostenimiento de la familia y a la que su marido mira con cierta dosis de suspicacia o de acomplejada admiración. Hombres que no obvian a las mujeres aunque no alcancen a admirarlas, porque ellas les resultan imprescindibles para no ahogarse del todo en su propio desconcierto. "Si las mujeres estaban en lo cierto -reflexiona el protagonista- había que llorar tres o cuatro veces al día. Las mujeres lloraban en los momentos más raros: cuando ganaban concursos de belleza, por ejemplo (y cuando los perdían también, probablemente: después)"

En un tono de sátira, a medias divertida, a ratos dramática, Martin Amis, nos describe el reconocible mundo en el que vivimos, desconcertante, mudable, en permanente ejercicio de equilibrio, y lo hace con un narrador omnisciente que a veces se pone en entredicho a sí mismo "Porque sé muy poco. Porque necesito información venga de donde venga".(...) "Quede claro: yo no voy a la busca de esas clase de persona. Son ellas quienes vienen a mí. Vienen a mí como la información fraguada en la noche. Yo no las invento. Ya están ahí". Alcanzando una voz tan creíble y caótica como el mundo que pretende describir, con un estilo amalgamado de concisión, enumeraciones líricas y frases deliberadamente inacabadas, que recuerda las letras de las canciones urbanas de los líricos del rock, el blues, los cantores con firma que tarareamos en el metro camino de la oficina, pero cuya melodía no resulta fácil seguir, porque no es una melodía pegadiza de canción veraniega, sino una melodía a veces estridente como un grito en la noche, a veces mordaz como una viñeta periodística, deformante como los espejos de verbena o virulenta como los neones de una sala quirúrgica, titubeante como una borrachera o certera como un golpe de gong.

"Desde el punto de vista astronómico todo va alejándose cada vez más de todo.(...) Sin la menor duda el Universo es majestuoso. ¿Y qué somos nosotros? Nosotros somos los intranquilos"

Intranquilos y desasosegados como el individuo del mundo de hoy nos deja la lectura de esta novela, que conmueve y alienta la reflexión como corresponde a la Literatura, es curioso, cuando se habla tanto de ese tópico secular de la muerte de la novela, esta es una novela extensa e intensa.

La información, Martin Amis, Anagrama, Barcelona, 2008

domingo, 15 de noviembre de 2009

Derecha e izquierda, Norberto Bobbio


¿Existen aún la izquierda y la derecha? es la pregunta de la que parte Bobbio, conocido politólogo italiano que se sitúa ideológicamente en la izquierda moderada. ¿Pero qué es la izquierda?, se pregunta Bobbio y todos -todos, se entiende, los que aún no hemos renunciado al interés por la política- nos preguntamos con él. Y ¿qué es la derecha? quiere saber Bobbio, más allá del auge que ésta está disfrutando en los últimos años. Con un análisis concienzudo de los textos actuales al respecto, nos da una definición de derecha frente a izquierda, pues la díada -nos dice- existe y es, una en contraposición a la otra, dos formas de afrontar las necesidades de la sociedad. Sabemos que dentro de la derecha y de la izquierda existen los extremos, cuyo enemigo común es la democracia, serían el comunismo y el fascismo, cuyas prácticas sabemos en qué han derivado. Y existen los moderados, entre los que se sitúan los socialdemócratas y los conservadores. Si algo define a la izquierda, es la perseguida igualdad, a la que la derecha antepone la libertad, sin que esto signifique que uno y otro lado del tándem ideológico deseche ni la libertad en el caso de la izquierda ni la la igualdad en el de la derecha, pero sí cual es el predominante en cada uno de los lados políticos. Así mismo, podría hablarse de una derecha e izquierda autoritarias, y de una derecha e izquierda libertarias. Ser de derechas o de izquierdas no siempre ha significado lo mismo, bien es cierto que el término se acuña en el siglo XIX pero es desde la Revolución Francesa de la que parte tal distinción, en el XIX ya había una forma de ser de izquierdas, que era ser liberal, pues la izquierda se identificó desde sus inicios con el laicismo frente al conservadurismo impuesto por las religiones, la innovación frente a la tradición, la libertad frente a la autoridad, la igualdad frente a los privilegios de la herencia, la fraternidad -que hoy llamamos solidaridad- frente al individualismo rampante.

Quizá porque no siempre significó lo mismo ser de izquierdas, aunque sí hay unas líneas maestras en el pensamiento de izquierdas, es un término que la historia nos obliga a redefinir cada tanto, así, hoy en día en que la derecha muestra sus galas triunfales en la mayor parte de lo países más relevantes, es más necesario que nunca saber qué es ser de izquierdas, qué puede y debe aportar la izquierda en el panorama político actual, esta es la reflexión que apunta Bobbio y es la punta del iceberg de las reflexiones, opino, necesarias para alentar a una izquierda más en crisis que nunca, en un tablero político en el que las más lacerantes desigualdades están aflorando, más allá de los países subdesarrollados, en las propias sociedades opulentas que son administradas por una derecha cada vez más despreocupada de la igualdad y más aposentada en una libertad, que es sobre todo una libertad de capitales, cuyos réditos sólo benefician a unos pocos.
Mientras que otro mundo sea posible, y el rasgo político más emblemático de la izquierda es afirmar que sí, que es posible cambiar la obra humana ya que de la mano humana vino, la razón de ser de la izquierda es patente, ahora bien, tiene que redifinirse en un mundo que va cambiando a pasos agigantados, pero sobre todo tiene que creer en sí misma, porque la izquierda netamente europea ha dejado de creer en sus ideales y se limita desde hace décadas a ejercer un liberalismo ligth remedo de otros liberalismos feroces que son los que hoy campan sin recato.

Derecha e izquierda, Norberto Bobbio,

Punto de Lectura, Madrid, 2001

La mujer y el deseo, Polly Young-Eisendrath




La psicoanalista Young-Eisendrath, analiza en este libro, desde su óptica junguiana, qué desean las mujeres, para ello recurre a leyendas y relatos populares y extrae mensajes de ellos que representan a las mujeres como objeto de deseo más que como sujeto deseante y es que tanto la tradición literaria como la vida misma tienden casi siempre a excluir a las mujeres del lado activo del deseo. Este libro, no obstante, no se limita a hablarnos del deseo como sinónimo de ansia de satisfacción carnal, no, nos habla del deseo en sentido amplio y parte de la constatación de que lo que desean las mujeres, fundamentalmente, es ser deseadas, siendo que este deseo de ser deseadas se traduce en que, bien como mujer musa cuya belleza aturde y rinde al más racional de los hombres y cuya recompensa será vivir junto a él las mieles compartidas de cuanto él ha cosechado, bien como madre abnegada que encuentra en el sacrificio por el hijo la recompensa mórbida a su alienación como individuo; en todo caso la mujer siempre está supeditada a la imagen especular que los otros le devuelven, y esos "otros" son poco compasivos con aquellas que no responden a los roles tradicionales de esposa y madre ejemplares. Históricamente, quienes no han cumplido con el rol tradicional se han visto abocadas a desarrollar papeles marginales, de brujas o de cortesanas, y por ello destinadas a pagar un alto precio de soledad o enajenación.

El texto de Young-Eisendrath, nos conduce, mediante la reflexión, a planteamientos que nos encaminen a conocer cuáles son, verdaderamente, los propios deseos, pues es el paso previo para poder tomar decisiones frente a los desafíos, a las etiquetas negativas, al rechazo con el que nos tropezaremos en una sociedad que aún no ha asumido que la mujer tiene un nuevo rol que desempeñar y que ese nuevo rol no es simple, que al igual que la propia sociedad se vuelve compleja e inabarcable, también los individuos, hombres o mujeres, que la componen, ven trastocados sus esquemas vitales y por ello les urge una redefinición de los mismos a riesgo de no cosechar más que patologías esclavizantes conducentes a llenar una insatisfacción interior mediante compulsiones, ludopatías, cleptomanías, compras compulsivas, etc. que enferman con demasiada frecuencia a las mujeres de hoy en día.

Como psicoanalista, Young-Eisendrath se basa en experiencias constrastadas con la práctica clínica, pero no es este un libro de recetas fáciles sobre como sobrevivir a las angustias de nuestra era, es una crítica desde un feminismo que no se limita a culpar reiteradamente al patriarcado de todos los males que nos aquejan, sino que en muchas ocasiones se revuelve para analizar desde la autocrítica cómo nuestros arraigados prejuicios -en hombres y en mujeres- nos llevan a perpetuar comportamientos irrespetuosos con esos individuos del sexo femenino que están dejando de vivir subsidiadas para esforzarse en vivir plenamente autónomas. Esta autonomía no puede ser sólo económica, como alentaba el protofeminismo, pues la necesidad impone que sea una autonomía plena y consciente, que supone hacerse cargo de una misma en todas las facetas vitales, y por supuesto, también en el planteamiento del deseo, de cómo se vive el deseo desde la vertiente deseante y no como mero objeto. El camino se anticipa arduo, sin embargo, se están poniendo ya los primeros cimientos, aunque a contracorriente tengamos la educación dominante, los medios de comunicación y la propia sociedad de consumo que abogan a paletadas gigantes por perpetuar la imagen de una mujer preocupada constantemente por agradar a cuantos la rodean sin preguntarse cuáles son sus verdaderas metas o necesidades.

Parece tema anacrónico, cuando ya hace años que se viene hablando de la libertad sexual, de la liberación de la mujer que trajo consigo el control de la natalidad mediante métodos seguros, planteamientos acerca de si la mujer vive su sexualidad de forma satisfactoria o sigue supeditada a las preferencias masculinas. Si arañamos en la superficie, podemos concluir que dicha libertad no es más que "formal" pero en el fondo de sí mismas las mujeres de hoy en día saben que más de una vez, o muchas veces, se supeditan a las predilecciones masculinas, cuando no hacen responsables al hombre de la satisfacción femenina, vivir el deseo como deseante supone adoptar una actitud activa, responsable, en primer lugar para consigo mismas, las mujeres que se quejan de sus relaciones deficientes no toman las riendas de sí mismas empezando por la autonomía de la autoexploración, es como si temieran un poder sobre sí mismas que las podría conducir a la hoguera, aunque las que sí lo han experimentado saben que arder según en qué tipo de hogueras no siempre es un punto final sino un principio de autoaceptación y autoreconocimiento y es que hay fuegos que son catárticos, uno de los principales, se me ocurre, empiezan en la vivencia del deseo como deseante, en primera persona y a menudo en el modo reflexivo del verbo.

La mujer y el deseo, Polly Young-Eisendrath,Kairós, Barcelona, 200o