La erótica del conocimiento

Hay una sensualidad en el libro como objeto. Desde niña te gusta abrir un libro nuevo, oler la tinta de sus páginas. Cada libro, además, tiene su olor propio, ninguno huele igual a otro, como la piel viva, transmite sensaciones. Los libros nuevos, su olor, te retrotraen a la infancia, al otoño de comienzo de curso. Un libro cerrado es siempre víspera de conocimiento, de emociones intensas. Abrirlos es poner los brazos, las piernas, en cruz, el ser presto para el abrazo y la entrega.

lunes, 19 de octubre de 2009

Algo más inesperado que la muerte


En esta novela la autora nos sumerge de inmediato, desde la primera línea, en una trama que nos atrapa y no nos da respiro. Nos atrapa no sólo porque estén muy bien utilizados los recursos narrativos que consiguen mantener alerta al lector, sino porque nos dibuja unos personajes sólidos, reconocibles en sus ambiciones arribistas, en sus mezquindades cotidianas. Y es que Lindo nos traza unos perfiles de personas instaladas en la propia mediocridad que pese a ella o tal vez por ella persiguen brillar aunque no sea más que con el regüeldo del brillo ajeno. Desde la protagonista, que es uno de tantos ejemplos de mujer joven casada con una celebridad de edad avanzada a cuya sombra se siente a resguardo de hacer nada de provecho por sí misma, hasta la cohorte de aduladores hipócritas o fieles lacayos que rodean al escritor célebre, imbuido de vanidad e impiedad para con los que merodean como perros los territorios de su gloria. Todos van desgranando, a medida que avanza la narración, sus temores y carencias, sus cálculos y adhesiones condicionadas. El resultado de estas combinaciones desde luego será algo más inesperado que la muerte, algo que para la protagonista se convertirá en una sombra más alargada de lo que habría podido calcular.
La solvencia de Elvira Lindo como narradora en esta su segunda novela (aunque tercera según el orden en que he leído las otras dos) queda más que probada, con un lenguaje siempre al servicio de la tensión narrativa, al que no le sobra nada (y del que se diría carece de eso que algunos denominan "estilo" y que las más de las veces no es más que una incursión errática por un lirismo forzado) consigue crear un mundo creíble, reconocible, al alcance de un lector entrenado en la observación de la vida que le rodea. Y como si ese logro fuera menor, aunque ya por sí mismo hace de esta novela una obra de mérito, además lo consigue dentro de una historia sin resquicios en la estructura, muy bien trabada, que cuenta con todos los ingredientes que hacen interesante una lectura hasta para aquel lector que no se conforma con retratos psicológicos y quiere "peripecia", novela con una acción concreta, con tensión.
En esta, como en otras novelas de Elvira Lindo, llama la atención su maestría en el uso del lenguaje coloquial, e incluso vulgar, sin que en ningún momento se abran las costuras de la narración, esa recreación del lenguaje coloquial que algunos profanos podrían creer cosa fácil, no es tarea sencilla -si no invito a cualquiera que haga la prueba y verá que no consiste en ningún caso en trasladar stricto sensu el lenguaje que oyes en el autobús- porque el lenguaje hablado dista mucho del lenguaje escrito. No, lograr transmitir "coloquialidad" en la escritura es tarea que requiere denuedo y talento, ese talento que posee Elvira Lindo y con el que consigue siempre emocionar.
Antes ya me emocionó "Una palabra tuya", y antes aún "El otro barrio". Sin desmerecer el trabajo como articulista de Elvira Lindo, que resulta siempre estimulante (ni obviar ninguna de sus otras facetas) esta lectora ya está deseando otra novela.
Algo más inesperado que la muerte,
Elvira Lindo, Alfaguara, Madrid, 2002

2 comentarios:

  1. No he leído la novela de "la santa", pero sí muchos "tintos de verano" y no menos columnas de El Páís, donde siempre deja testimonio de sus dotes de observadora de la vida que pasa. Y, en efecto, lo que siempre me asombra en estos escritos, que en modo alguno considero "menores", es la ausencia de toda retórica, de toda palabra superflua, de cualquier comentario banal. Si a ello añadimos su sentido del humor -unas veces tierno y otras decididamente corrosivo-, y su insobornable independencia cuando opina sobre temas de carácter político, nos encontramos con un lujo poco frecuente en unos medios de comunicación sesgados por la larga mano de los "servidores de la cosa pública", a quienes los dioses confundan. Amen.

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  2. Sí, es de destacar que el sentido del humor también es una cualidad que adorna la escritura de Elvira Lindo. Y efectivamente, en las columnas da por sentado la capacidad para reírse de sí misma, ejercicio siempre saludable, cualidad, por cierto, muy escasa entre los que figuran en los "papeles" bien porque los escriban o bien porque los protagonicen, para desdicha de mortales como nosotros.

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