En este libro Todorov, con su prosa magistral, nos conduce a un recorrido por diversos lugares que han marcado de una u otra forma su existencia. Este recorrido comienza con el momento en que se reencuentra, diez años más tarde de su partida, con su país de origen, Bulgaria, hecho que le suscita emociones diversas y que le incita a reflexionar sobre la experiencia totalitaria vivida por él en su infancia y primera juventud, experiencia ampliada por los abundantes testimonios de sus amigos y compatriotas. Estas amargas reflexiones no pierden lucidez cuando se refiere a los campos de concentración, al "Gulag" que abarcaba las sociedades comunistas en su totalidad, que en opinión de Todorov resultó ser a la postre el motivo central por el que se hundió el comunismo, por la pérdida de autonomía que el hombre no está dispuesto a tolerar de manera permanente ya que supone una pérdida de la propia dignidad como individuo.
Nos propone gestionar el pasado, sabiendo que el trauma de estas sociedades postcomunistas no debe pasar por obviar una memoria que debe ser expuesta para reflexionar sobre las causas que originaron los totalitarismos, el lenguaje que emplean, y evitar que se repitan. En este sentido dá cuenta de procesos judiciales célebres, las estrategias de exculpación que emplearon los inculpados, las distintas varas de medir de la propia justicia. Reflexiona así mismo sobre la no prescripción de los crímenes contra la humanidad.
Diseccionar los totalitarismos supone también estar alerta a cuantas manifestaciones hallamos en nuestras sociedades democráticas que puedan contener reminiscencias de ellos, en este sentido el ascenso del racismo, al que muchos europeos tanto individualmente como desde grupos políticos, se declaran abiertamente adscritos, requiere una constante reflexión como contención de las ideas xenófobas y discriminatorias.
No deja de lado una reflexión acerca del papel de los intelectuales tanto en las sociedades totalitarias como en las democráticas y los importantes errores cometidos por muchos a uno y otro lado del telón de acero y del espectro político, nos da finalmente una definición de intelectual.
Entra en valoraciones acerca de la censura y libertad de expresión de los artistas, concreta en el caso Rushdie.
Nos habla del papel de la cultura y el arte en la vida contidiana, la deshumanización moderna. La libertad y la responsabilidad que ésta lleva implícita.
En la tercera y última parte del libro nos habla sobre Estados Unidos, comenzando por el área intelectual, la crítica literaria, el posestructuralismo frente a supervivencias marxistas, y el humanismo crítico. Se refiere a las humanidades como estudios en franco retroceso en este país y al exceso de especialización. El lugar de los intelectuales en la sociedad americana. Una sociedad cuyos grupos e individuos recurren cada vez más al victimismo, a la irresponsabilidad y falta de autonomía. Critica las leyes de "cuotas" con las que se muestra en desacuerdo pues tras el disfraz de justicia social, enmascaran un nuevo segregacionismo. El miedo a los diferentes y a la pérdida de indentidad pone en entredicho el porvenir de la democracia.
El autor se identifica con la definición de intelectual "ni nihilista ni dogmático, (que) tiene que vérselas a la vez con la verdad y con sus valores, al filo de lo que define su vocación; pero vive la relación entre ambos armónicamente, puesto que no cree ni en las verdades preestablecidas ni en los valores derivados de un único acto de fe. Ese intelectual, contrariamente a los otros dos, no es anacrónico"
Como siempre, magnífico Todorov.
El hombre desplazado,
Tzvetan Todorov,
Taurus,
Madrid, 2008
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